Evaluación formativa y evaluación calificadora ¿tiene sentido que convivan?

Primero, vamos a definir estos dos conceptos:

Evaluación formativa

Es la que observa todo el proceso de aprendizaje y por tanto es inherente a todo el proceso desde el principio. Este tipo de evaluación tiene las siguientes ventajas:

  • Permite hacer una valoración del alumno en cualquier momento, pues se disponen de datos y valoraciones permanentes acerca de sus aprendizajes.
  • En el momento que se presenta alguna dificultad, es más fácil detectarla y actuar en el momento, para que pongamos los medios didácticos necesarios para que el alumno pueda superarla.
  • El punto anterior favorece que no sea el alumno el que se adapta al sistema, sino que sea el docente el que sea capaz de regular ese proceso para que se adecúe a la situación del alumno.
  • También permite detectar más fácilmente el tipo de actividades que favorecen el aprendizaje de cada alumno.

En resumen, la evaluación formativa se encarga de garantizar que los medios del sistema son adecuados a las característica de los implicados en el proceso evaluado.

Evaluación calificadora

Resulta apropiada para la valoración de procesos que se consideran terminados. Su finalidad es medir, determinar el valor de ese producto final (sea un producto en sí o un grado de aprendizaje). No se pretende mejorar nada con esta evaluación de manera inmediata (se pueden proponer medidas de mejora, pero a largo plazo), ya que se realiza al final, sino valorar finalmente.

Como se puede ver, este tipo de evaluación no es adecuada para aplicar al desarrollo de procesos, sino que es la apropiada para valorar o medir resultados finales.

Por ello hemos de tener cuidado en su aplicación, ya que una de las confusiones más frecuentes en educación es la de realizar muchas evaluaciones calificadores (exámenes o pruebas) durante el curso, pensando que así estamos evaluando mejor el proceso, cuando lo que provoca esto realmente es que concibamos (nosotros y los alumnos) la evaluación como un instrumento comprobador, sancionador y de poder.

“Este error seria el equivalente a querer evaluar la calidad de las aguas de la corriente de un río deteniendo el río cada 100 metros. Los aprendizajes no se suman a otros: se reorganizan unos con otros, se apoyan, reestructuran el saber y el hacer del niño/a. Un proceso no se debe valorar como si estuviera compuesto de apartados estancos.” (Casanova, 1997)

¿Pueden convivir estos dos tipos de evaluación?

Sí, pueden y es necesario que convivan porque para que un proceso de evaluación sea justo y completo, se complementan por lo distintas que son. Necesitamos evaluar de manera natural y justa el proceso del alumnado, y también necesitamos medir ese nivel de desempeño de alguna manera al final de todo el proceso. La evaluación calificadora necesita de la formativa porque cuando llega el momento de calificar, la formativa ya se debe haber encargado de que tanto nosotros como el alumnado haya podido observar su propio aprendizaje y haya tenido oportunidad de mejorarlo, de manera que la calificación es una medición que haremos al final de todo ese proceso.

Justamente es necesario que vaya acompañada de una evaluación formativa, como hemos explicado antes, para procurar que los estudiantes hayan tenido ocasión de equivocarse, darse cuenta y poder volver a intentarlo las veces que haya hecho falta, para que este tipo de evaluación calificadora garantice el mayor grado de desempeño posible.

Podríamos hablar mucho más de los dos tipos de evaluaciones, ya que un paso más seria pensar cómo realizar esa evaluación formativa de manera eficaz y eficiente y cómo debería ser esa evaluación calificadora y qué características deberia tener. Ambas cuestiones tienen complejidad, no son fáciles de resolver. En todo caso, lo que sí que hay que entender en un inicio es que estos dos tipos de evaluación no son un “versus” incompatible, sino que son complementarias y no tiene sentido, para la la práctica, utilizar una sin la otra.

Fuentes:

  • “Evaluación. 10 ideas clave”, de Neus Sanmartí
  • “Manual de evaluación educativa”, de Maria Antonia Casanova